Recuerdo en el verano de 1979 andar por el Racó, a lo largo de una playa muy estrecha, con los campos de naranjos al borde del mar. Las fotografías nos muestran una transformación agrícola del paisaje donde la rentabilidad de la naranja marcó la pauta. Una naranja que se podía comercializar de forma muy rápida vía marítima o terrestre . Las grandes fincas marcan una explotación agrícola alejada de la subsistencia. Desde principios de siglo XX hasta principios de los 80 se mantienen pero que desaparecen ante la llegada de otro factor de transformación del territorio: el turismo residencial.
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