En este artículo realizamos un repaso a la documentación existente en el archivo histórico del faro de Cullera correspondiente a lo que hemos llamado “los años de la guerra“. Lógicamente, se trata del periodo comprendido en los años de la guerra civil española entre 1936-1939. Son años convulsos con una serie de incidentes como consecuencia del conflicto armado y donde además, la luz del faro quedará apagada a lo largo de buena parte de la guerra civil.
Esta investigación ha sido presentada en las XVI Jornades d’Estudis de Cullera celebradas en noviembre de 2023. Desde aquí se puede acceder y descargar los textos PDF de la ponencia así como de la presentación visual realizada el día 5 de noviembre en el auditorium de Cullera.
Si quieres ver la presentación de la ponencia en formato video, aquí la tienes:
Si se quiere conocer en que consiste el archivo, la documentación existente y el trabajo de los torreros, recomendamos la lectura de nuestro post sobre el Archivo Histórico del Faro de Cullera.
A continuación, ofrecemos el texto sobre la investigación de la documentación existente entre 1936 y 1940.
1936
Se inicia el año 1936 de forma rutinaria y regular. Los torreros encargados del faro de Cullera remiten la documentación sobre el servicio diario de alumbrado junto a las observaciones meteorológicas que realizan, así como las pequeñas incidencias propias del servicio: la mayoría de veces relativas a la falta de fluido eléctrico para alumbrar y a la necesidad de recurrir al combustible. También aparecen reflejadas las peticiones de traslado a otros faros a partir de las vacantes publicadas en la Gaceta de Madrid.
El 10 de julio de 1936 aparece la anotación de las papeletas remitidas al ingeniero encargado por parte del torrero Manuel Añon para las plazas del faro de Valencia y Barcelona. Al igual que otras personas, el levantamiento militar contra el gobierno de la república del 18 de julio de 1936 imposibilitará al torrero realizar ese cambio en su vida.
Hay un registro donde se informa que el 21 de octubre de 1936 se remiten los cuestionarios correspondientes a los torreros de la instalación con el fin de resolver el decreto de movilización de los funcionarios.
Un hecho significativo es el que aparece reflejado en el libro de servicio el 22 de octubre de 1936. Se trata de la orden que indica “para los días sucesivos y hasta nueva orden se apagó el faro y las luces de situación a las 10 de la noche”. Los torreros reciben un telegrama con la orden del comité de defensa antiaérea de València que les indica que ” sirvan tomar medidas oportunas para que a partir de hoy dejen de funcionar los faros y señales marítimas”.
Dicha decisión se enfatizará a partir del 31 de octubre de 1936 con una orden del puerto de València para “no encender el faro ni las balizas y que el torrero pernocte en el faro como prestando un servicio ordinario“. Se trata de una indicación importante ya que, aunque el faro se encuentre apagado, los torreros deben continuar con su actividad y su residencia, además de la responsabilidad de salvaguardar la instalación lumínica.
A lo largo de este año y en los venideros, los torreros anotarán todos los días en el diario de servicio la “inactividad del faro y que su luz sigue sin encenderse”. También registrarán el apagado de los otros faros de referencia, València y Dénia, y las actividades de mantenimiento para el correcto funcionamiento de la instalación.
En la madrugada del 5 de noviembre se produce el primer bombardeo en la Comunidad Valenciana, concretamente en la ciudad de Alicante. El inicio de los bombardeos aéreos y navales por los insurgentes a finales de 1936 provocará una serie de medidas desde el gobierno republicano para la protección del territorio valenciano.
En el libro de comunicaciones del faro de Cullera se hace constar el 19 de noviembre de 1936 del envío cumplimentado de las fichas de los torreros con sus huellas dactilares y fotografía con el fin de tener un conocimiento de quienes se encuentran al cargo del faro. A lo largo de los años de la guerra se ira produciendo una militarización del espacio, tanto de los recursos humanos como de las tareas que ejercen los mismos torreros.
1937
A comienzos del año 1937 se produce el primer bombardeo naval sobre la ciudad de Valencia. El submarino italiano Pietro Calvi realiza en la noche del 12 al 13 de enero un bombardeo durante 13 minutos con alrededor de 71 proyectiles. Este primer bombardeo sobre la ciudad ocasiono siete muertos y quince heridos. Los días 16, 18 y 19 de enero se sucederán también los bombardeos aéreos producidos en mayor medida por la Aviazione Legionaria Italiana desde su base de Son San Juan y en menor medida por la Legión Condor alemana desde el aeródromo de Pollença. Los bombardeos aéreos y navales por estas fuerzas extranjeras se sucederán en el territorio valenciano a lo largo de toda la guerra civil española.
En enero de 1937 reciben los torreros la orden de no encender las balizas delfaro de Cullera. La instalación se encontraba apagada, pero se encendían las balizas hasta las 9 de la noche como un indicativo de posición. Al tratarse de una situación extraordinaria, es posible que fuese requerida la iluminación extraordinaria del faro para la entrada de buques. Así pasa por ejemplo el 29 de marzo de 1937, fecha en la que el libro de servicios recoge esta anotación “Sigue sin encenderse el faro salvo algunos momentos de algunos días ordenado por la autoridad militar para la entrada de algunos buques”. Se tratará de una situación que se repetirá hasta el final de la guerra.
La guerra avanza y no se trata de un hecho que se pueda resolver en poco tiempo. Hay una comunicación del 22 de enero de 1937 donde el servicio central de señales marítimas remite la orden del ministerio de la guerra para que los faros de la costa mediterránea desde Tortosa hasta Almería realicen labores de vigilancia. Se encuadra al faro de Cullera dentro del sector 2y deben informar los torreros al cuartel del regimiento de infantería nº 9 de València ante cualquier hecho que sea relevante para la protección de la costa de los ataques enemigos. Es significativa esta comunicación ya que los torreros además de las tareas propias de su cargo deben realizar labores de observación militar. Esta situación llevará con el tiempo al registro de comunicaciones sobre los hechos militares que suceden a su alrededor. También, esta nueva tarea provocará quejas y malestar entre los torreros, pues solicitarán tener los mismos servicios que los militares en la zona debido a que su trabajo también tiene desde esta fecha un componente militar.
A partir de este nuevo cometido de observación militar que tienen los torreros, se anotaran registros sobre los incidentes militares que se producen en las proximidades del faro.
Aparece reflejado en el Libro de Comunicaciones que el 3 de febrero de 1937 a las 16:45 horas aparecen “dos aviones de reconocimiento a dos millas del faro y uno de ellos enfrente de Cullera deja caer en el mar dos bombas debido sin duda a haber divisado algún submarino enemigo“.
En relación a esta anotación, hay que tener en cuenta que la marina italiana había destinado a la zona comprendida entre Barcelona y Almería diferentes submarinos para realizar acciones de contrabloqueo ante la llegada de aprovisionamientos al bando republicano. Así, submarinos como Sciesa, Ferraris, Fieramosca, Topazio, Diamante y Calvi tienen registradas sus operaciones entre noviembre de 1936 y febrero de 1937 en la zona del golfo de València.
El 12 de febrero de 1937 los torreros comunican al teniente coronel jefe del sector nº 2 que “a las 01:30 horas un buque de guerra del bando insurrecto bombardea la ciudad de València hasta cerca de las 2 de la madrugada”. Este hecho debe ser el bombardeo efectuado por los cruceros italianos Emanuele Filiberto Duca d’Aosta y Raimondo Montecuccoli que realizan a una distancia de 6.000 metros de la costa un ataque durante ocho minutos con 125 proyectiles que produjeron 25 muertos. Dicho hecho se indica en otras fuentes que se produjo la noche del 14 de febrero. En los diferentes registros con otros hechos relacionados con la guerra realizados por los torreros observaremos que se producen incoherencias en las fechas.
Encontramos otra información incorporada por los torreros en el Libro de Comunicaciones donde se cuenta que el día 16 de febrero a las 19:45 horas en dirección noreste hay un ataque con tres explosiones consecutivas producido por un “avión del bando legal hacía un barco de guerra fascista”. En esta anotación los torreros utilizan el término “legal” para definir al bando republicano y la denominación de “fascista” al bando insurgente.
Otro incidente que aparece reflejado por los torreros es el paso de dos aviones durante la madrugada del 23 de febrero de 1937 en dirección norte para observar posteriormente el bombardeo en la zona del puerto de València.
Pero, los hechos no se producen únicamente en dirección hacia Valencia. El 24 de febrero de 1937 se informa sobre un incidente en el “puerto de Gandía donde un avión del bando sublevado bombardea a los navíos fondeados”. En esta anotación hay otra incoherencia con las fechas, ya que otras fuentes indican que dicho ataque sobre Gandía se produce el día 26 de febrero.
Además de las acciones militares aéreas y navales realizadas por las fuerzas militares italianas, los cruceros sublevados Canarias y Baleares bombardearon la ciudad de Valencia por primera vez el 27 de abril de 1937 a una distancia de 12 kilómetros con sus cañones de 203 mm que incendiaron cinco buques en el puerto.
Uno de los hechos más relevantes de la guerra civil en el entorno del faro de Cullera se produce el 12 de julio de 1937 con el combate naval entre el crucero Baleares que ataca a un convoy marítimo republicano formado por los destructores Churruca, Lepanto, Almirante Miranda, Almirante Valdés, Gravina y Sánchez Baircáztegui que escoltaban al buque petrolero Campillo. Este ataque se produce entre las 06:20 horas hasta las 08:30 horas sin consecuencias graves.
En el libro de comunicaciones aparece reflejado el incidente, pero el torrero encargado de la anotación menciona al buque Canarias cuando en realidad otras fuentes indican que fue el crucero Baleares. Tal vez ese error se deba a que los dos buques eran gemelos y el más conocido hasta la fecha fuese el crucero Canarias.
Esa misma confusión sobre el nombre del navío la tiene también el capitán del ejército del aire de Estados Unidos Townsend E. Griffiss que servía como agregado militar de la embajada. Griffiss cuenta que desde el tejado de su casa cerca de la playa de El Perelló pudo ver el combate que se inicia a las 06:30 horas del 12 de julio. Griffiss dice que por la información recibida podían ser el Canarias o el Baleares ya que ambos son idénticos. El capitán detalla minuciosamente el combate naval que dura dos horas y cuarto donde siempre se refiere al crucero como el Canarias. En esa refriega se disparan aproximadamente 150 proyectiles, siendo la gran mayoría disparados por el Canarias mientras los destructores republicanos protegían al barco mercante Campillo. Griffiss destaca que este ataque del crucero aprovechaba la ausencia de defensa aérea en Valencia ya que la ofensiva en Madrid estaba en pleno auge y había sido trasladada la aviación a la capital.
Los ataques de los cruceros navales sublevados continuaron en otros puntos de la costa y así se menciona en otras fuentes. De hecho, justo al día siguiente, el 13 de julio se produce el bombardeo de Dénia por el crucero Canarias que desde una distancia entre 5 y 6 millas realiza un ataque sobre el puerto y la ciudad.
En el libro de comunicaciones hay una anotación donde se indica que se ha realizado un envío al coronel jefe del estado mayor de la sección de información sobre las tareas de la actividad enemiga de los días 17 y 18 de Julio de 1937. Ya se inicia un temor hacia la utilización de la información por el enemigo en lo referente a los puntos estratégicos, defensas adoptadas o los daños sufridos tras un ataque. La posibilidad de confidentes, espías o el llamado quintacolumnismo se encuentra presente en la zona del faro de Cullera. Así, hay referencias concretas sobre una red de quintacolumnistas de Cullera enlazadas con una de València para el suministro de información confidencial. En el faro de Cullera, donde radicaba una compañía de carabineros, actuaba un pequeño grupo emboscado formado por carabineros, guardia civil y algunos civiles. Estos, a través de Manuel Peraire Duarte estarían enlazados con el capitán de carabineros Enrique Mira Rull, quintacolumnista de Valencia capital.
A lo largo del mes de septiembre de 1937 se produce un incremento de los bombardeos aéreos sobre el puerto de València. Se trata de los bombardeos producidos por la aviación legionaria italiana y la legión cóndor alemana. En ese momento del conflicto, la Aviazione Legionaria había constituido la escuadrilla de bombardeo rápido llamada los Falchi delle Baleari formada por los aviones Savoia-Marchetti SM 79 que le permitía tener una clara superioridad aérea frente a la aviación del bando republicano.
El recrudecimiento de la guerra y el traslado del gobierno republicano a Valencia lleva a la necesidad de plantear un plan de defensa general que protege el territorio valenciano tanto por su interior como por sus costas. Una línea costera que ya estaba sufriendo los bombardeos aéreos y navales provenientes de las Baleares, pero donde también era factible producirse desembarcos militares. Por tanto, el gobierno republicano ordena en 1937 la construcción de una red de fortificaciones en la costa para dificultar tanto los ataques, como los posibles desembarcos. El plan de defensa de la costa se establece en la protección de Castellón, Sagunto, Valencia, Cullera, Dénia-Jávea y Alicante. Lógicamente, uno de los puntos clave de defensa es el entorno del faro de Cullera. La militarización del espacio tendrá como consecuencia el derribo de la torre vigía del Cap de Cullera por orden de la jefatura de artillería de la defensa de costas en octubre de 1937 con el fin de construir una batería de costa compuesta por 3 cañones Skoda de 80mm. La batería de costa nº5 se encuentra todavía en construcción, tal y como indica el Informe de la Agrupación Sur de Defensa de Costas del 7 de noviembre de 1937.
El recrudecimiento del conflicto armado y la necesidad de nuevos refuerzos militares también afecta directamente a los torreros del faro de Cullera. Así, el 10 de octubre de 1937 se informa al ingeniero jefe que el torrero Andrés Cuesta Sempere ha sido movilizado y debe abandonar su puesto de torrero.
El paso de la guerra y el conflicto que se produce en el territorio lleva a las autoridades militares a seguir reforzando la posición del faro como elemento de observación militar. En el libro de comunicaciones aparece reflejado que el 27 de octubre de 1937 acude al faro de Cullera un teniente de transmisiones acompañado de varios soldados con la orden del estado mayor de transmisiones, por la que se autoriza al teniente a instalar una central telefónica, puesto de observación y la estancia, así como alojamiento del oficial y sus soldados. Este hecho tiene una singular trascendencia, ya que por una parte se incorpora una tecnología de comunicación importante como es una central telefónica y por otra el alojamiento de otras personas diferentes a los torreros en el faro. El camino hacía una militarización definitiva del espacio se mantiene tanto en el interior del faro como a través de los cambios que se están produciendo a su alrededor. Uno de los agravios que tienen los torreros frente al personal militar que se encuentra en la zona es el correspondiente al aprovisionamiento de víveres. El 15 de noviembre de 1937 hay una petición del torrero para tener el mismo trato que “los militares existentes en la zona para poder recibir de intendencia un aprovisionamiento ya que el desplazamiento desde el faro hasta Cullera no le garantiza poder acceder a los alimentos dada la carestía existente en estos momentos de la contienda”. Es por ello que escribe a “su superior para que se dirija al Ayuntamiento de Cullera y solicite que tengan el mismo trato de aprovisionamiento que los carabineros y demás fuerza militar destacada en la zona”. Incluso en otra comunicación del 31 de diciembre de 1937 hay un escrito al responsable de la compañía suministradora de tabaco de Sueca para solicitarle el mismo suministro que reciben los militares que hay en la zona y recalca el papel de defensa de las costas que están realizando los torreros durante estos años.
1938
1938 será el año más duro a nivel de bombardeos sufridos por el territorio valenciano. Solamente en el mes de enero se producirán 26 ataques aéreos en la provincia de València
El 23 de enero de 1938 se informa por parte de los torreros a la jefatura de defensa de costas del sector número 2 en Dénia sobre un incidente registrado a las 07:45 horas, cuando se escuchan fuertes detonaciones en dirección noreste hacía València. Se trata de un bombardeo producido por cuatro buques del bando sublevado sobre un barco petrolero fondeado a unos 100 metros del pueblo de Vilches. El torrero informa que también “se escuchan ruidos de aviones y ametralladoras tanto leales como sublevados que inician un combate aéreo”. Los torreros informan que “los buques sublevados que han realizado el ataque se alejan en dirección este y posteriormente sur sin que los torreros desde su puesto de observación tengan constancia de los daños sufridos”. Otras fuentes proporcionan más información sobre este hecho, ya que se tratará del bombardeo naval producido por los cruceros Canarias, Baleares y Cervera contra el grao y el puerto de Valencia. Solamente con este ataque caen alrededor de 119 proyectiles en el interior del puerto. Esta ofensiva se extiende 30 kilómetros hacia el sur, circunstancia que obligara al cónsul inglés y todo su personal, residente en El Perelló, a refugiarse en un campo de naranjos cercano por el ataque de un avión Heinkel He 46 de la Legión Cóndor alemana.
En febrero de 1938 se producen 10 bombardeos en la provincia de Valencia, 7 en marzo y 6 en abril. En mayo se producirán 28 ataques más: 20 de ellos en Valencia ciudad y otros en poblaciones de interior que no habían sufrido esta amenaza, como Bétera o Carcaixent. En junio se producen hasta 35 bombardeos en la provincia, dirigiéndose 19 de ellos sobre la capital. En ese mes se atacaron pueblos con muy dudoso interés estratégico militar. Es el caso de Carlet, Massamagrell, Alzira, Algemesi, l’Alcudia, Pobla de Farnals, Massamagrell, El Perelló o Navarrés.
Las necesidades de proteger la costa de los ataques o incluso posibles desembarcos del bando insurgente, llevan a la conveniencia de reforzar las labores de vigilancia. La información resulta vital y para ello se movilizan más recursos humanos en los puntos de observación militar. El 30 de julio de 1938 el torrero Manuel Añon informa al ingeniero jefe sobre la llegada al faro de cinco marineros y un auxiliar naval de la flotilla de vigilancia de València que se encargarán de recabar información marítima y por tanto, la necesidad de alojarlos en el propio faro y de forma concreta en las dependencias libres correspondientes al segundo torrero.
Conforme la guerra sigue avanzando, la carestía y dificultad de acceso a los alimentos se acrecienta. Esto se refleja el 4 de octubre de 1938 en otra comunicación del torrero al ingeniero jefe responsable de los faros de la provincia, donde se informa de la instancia canalizada al jefe de defensa de costas para el suministro de comestibles y pan. Dicha petición del torrero únicamente requiere tener el mismo trato que el personal civil y de fortificación existente en esa demarcación.
La presencia en el propio faro de personal militar encargado de realizar tareas de observación militar hace pensar que ya no aparezcan reflejadas por los torreros en sus comunicaciones todos los hechos que ocurren a su alrededor. Así llama la atención que no hay constancia sobre el ataque aéreo sufrido por la estación y el puerto de Cullera entre el 16 y 17 de octubre de 1938. Circunstancia que no deja de ser llamativa. Hace pensar que el papel de los torreros como observadores militares ya no resulta tan importante y es relegado frente al que ya estaban realizando sobre el terreno los propios miembros del ejército. Otra opción es la utilización de la central telefónica como medio de comunicación más inmediato con sus superiores.
En la entrega de los torreros de la documentación correspondiente al mes de octubre de 1938 encontramos un sello de franquicia postal personalizado para el propio faro y que garantizaba su envío exento de las correspondientes tarifas postales.
1939
La guerra civil sigue un curso por el que las diferentes noticias indican que es próxima la victoria del bando sublevado.
Se inicia el año con diez bombardeos sobre Valencia ciudad durante el mes de enero. También ese mismo mes Gandía sufre dos ofensivas y se producen otros ataques sobre localidades que tienen industrias relacionadas con la producción militar, es el caso de Alcoi, Ontinyent o Xátiva. No podemos decir que sean poca cosa algunos de estos ataques puesto que, en el caso de la estación ferroviaria de Manuel, cinco S-79 de la Aviacione Legionaria Italiana dejan caer 40 bombas de 100 kg y 20 incendiarias de 20 kg. A lo largo de estos meses y hasta el 28 de marzo, se suceden los bombardeos en diferentes localidades de nuestro territorio.
Son meses donde los torreros únicamente reflejarán en sus comunicaciones los aspectos más propios de sus tareas. Por ello, se remiten las observaciones meteorológicas acompañadas del funcionamiento diario de la instalación, aunque ésta siga apagada.
En el diario de servicio aparece una anotación del 30 de marzo de 1939 donde se indica que por orden de la autoridad militar de este Puerto “se encendió el aparato de este faro una luz provisional de aceite que seguirá en noches sucesivas”.
El 7 de abril de 1939 se recibe por telegrama la orden del capitán general de València según disposición del comité militar para el restablecimiento del servicio, así como el suministro por la comandancia militar de 50 litros de combustible para el funcionamiento del motor.
Al terminar el conflicto armado se intenta volver a la normalidad y eso incluirá también una cierta desmilitarización del espacio. Hay una comunicación del 12 de abril de 1939 donde los torreros informan sobre el material de guerra que queda en el faro después de la estancia de cinco marinos y un auxiliar de navío al final de la guerra. Al margen de unos utensilios de mobiliario como colchonetas, mesas y sillas, el único material de guerra que aparece reflejado son cinco caretas antigas.
Una vez terminada la guerra, el país se encuentra destrozado. Los problemas habituales que tenía el faro de Cullera se acrecientan en el inicio de la posguerra. Una prueba son las dificultades que tiene el Faro para sostener su actividad con el suministro general de electricidad. Aparecen en el diario de servicio los sucesivos impedimentos para mantener la luz y la necesidad de recurrir al grupo electrógeno. Una de las anotaciones es de junio de 1939 donde se comentan los reiterados fallos que tiene la instalación.
Las tormentas de verano en la zona mediterránea tienen un gran aparataje eléctrico, circunstancia que provoca que sea una fuente de incidencias. En una anotación del 21 de agosto de 1939 se informa de los problemas para encender la luz del faro siendo imposible de realizar con el grupo electrógeno y la necesidad de recurrir al” empalme con la línea de las luces interiores”.
Al igual que a lo largo de la guerra civil, los problemas con el suministro de víveres y la dificultad de acceder a ellos debido al racionamiento afecta a los torreros. Por eso, podemos ver en una comunicación del 27 de enero de 1940 una instancia dirigida al gobernador civil “por si tiene a bien una solicitud de suministro de abastecimiento semanal”.
El 15 de febrero de 1940, los torreros reflejan en el libro de comunicaciones que el gobernador civil ha tenido a bien aprobar la solicitud para el suministro de comestibles y dando la orden al alcalde (delegado local de abastos) para que facilite ese aprovisionamiento de los torreros y sus familiares sujetos a racionamiento”.
Conclusiones
La posición geoestratégica del faro de Cullera en el golfo de València hace que sea participe de la militarización del territorio que se produce durante la guerra civil. Se realizan cambios importantes en la instalación y su funcionamiento siendo el hecho más destacado su apagado a lo largo de todo el conflicto. También es importante la incorporación de una central telefónica ya que supone un avance tecnológico muy relevante teniendo en cuenta el desarrollo que hasta ese momento existía en el país. Lógicamente, las personas responsables de la instalación, los torreros, se vieron afectados tanto en su vida corriente como profesional por las consecuencias del conflicto. Desde la parte profesional, se produce la militarización de sus tareas junto a la convivencia con otros efectivos militares, provocando situaciones de conflicto en lo referente al suministro de víveres.
En la documentación existente actualmente en el archivo histórico del faro de Cullera durante este periodo aparecen hechos militares acontecidos en la guerra civil. Ahora bien, no podemos pensar que lo reflejado en la documentación del faro de Cullera es todo lo que se produjo a su alrededor. Hay fechas incorrectas y muchos hechos no reflejados. Debemos de pensar que el fin de los torreros y su documentación escrita no era la de realizar una vigilancia militar. Esa premisa, junto a la posibilidad de utilizar la comunicación telefónica y la presencia de otras fuerzas militares en la zona nos lleva a pensar que no fuese tan necesaria la minuciosidad de las comunicaciones escritas realizadas por los torreros. Sí que es interesante recalcar que los hechos reflejados por los torreros y otras fuentes complementarias reflejan una significativa cantidad de bombardeos producidos en toda la zona de observación del faro de Cullera. Desde Valencia hasta Dénia se realizan más de 216 bombardeos aéreos y navales que ocasionan alrededor de 600 muertos producidos en su mayor parte por el ejército italiano y alemán. Resulta importante que se valore el horror y miedo que debieron sufrir nuestros antepasados durante estos años y el poco recuerdo que tenemos hacia estos años de barbarie.
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