Una vista hacia el norte del cabo de Cullera nos sirve como entrada de esta descripción.
Nos encontramos ante una zona de nuestro territorio que se ha visto expuesta a diferentes presiones medioambientales motivadas por la actividad humana.
Cabo de Cullera
El entorno del cabo de Cullera y sobre todo, la isla de los Pensamientos al sur del mismo cabo, es un territorio de reducido tamaño pero, llamativo ya que se trata del único acantilado de tipo medio[1] que podemos encontrar en todo el golfo de Valencia. Una singularidad destacada en un espacio de playas formadas por las llanuras aluviales, en donde este acantilado costero es la única referencia. Al norte, el único elemento son los acantilados de Oropesa y Benicassim, y al sur debemos dirigirnos hasta el cabo de Sant Antoni en Denia/ Xabia, siendo el Cabo de Cullera una excepción llamativa en el golfo de Valencia.
Desde la prehistoria nos encontramos con un espacio muy interesante a nivel estratégico para la actividad humana. Al principio, la existencia de un espacio montañoso al borde del mar garantizaba facilidad a la hora de acceder a los recursos alimenticios. Posteriormente, el lugar permitía tener un control amplio sobre el espacio marítimo en una zona con actividad comercial debido a su proximidad a núcleos de población importantes. Por todo ello, la presión humana sobre el espacio medioambiental ha sido intensa desde siglos atrás. Su transformación y cambio ha sido una constante. Pérdida de fauna, desaparición de vegetación, erosión, introducción de cultivos agrícolas,… en definitiva, una serie de transformaciones medioambientales sobre un espacio con una alta fragilidad.
Transformación en el siglo XX
Todo ello, ya había supuesto un cambio y transformación sobre el territorio. Aunque, todavía el espacio paisajístico podía ser reconocido. Pero, dicha situación, que de por sí ya era penosa, debía tener otra transformación mayor. En la segunda mitad del siglo XX se ha producido una expansión de las actividades constructivas motivadas por el desarrollo turístico. Edificaciones de 20 alturas a modo torre o en pantalla junto a una urbanización de adosados en la montaña se han producido en una concentración espacial sobre un espacio mínimo. Dicha circunstancia, ha ocasionado que nos encontremos ante un espacio muy alejado de su pasado cercano en donde las huellas sobre su origen natural son irreconocibles para el ciudadano ya que el espacio ha sido antropizado en un grado máximo.
Ahora bien las trazas de la adaptación humana al territorio tienen una limitación. La geografía pone sus limites a la construcción más voraz.
[1] Rosello(1969) “al norte de Valencia (óvalo valenciano), la costa no presenta gran espectacularidad ya que es , en general, baja y monótona solamente alterada por los sectores ibéricos de Oropesa-Benicassim y Alcossebre-Benicassim con acantilados entre 20 y 40 metros; y el más modesto Cabo de Cullera que pertenece al tipo de costas de acantilado medio.
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